Mi discurso, pronunciado con leves modificaciones en la tarde del 14 de julio de 2012 con motivo del acto de graduación de los licenciados en Economía (LE), los de Administración y Dirección de Empresas (LADE) y los de LADE-LE, en el auditorio Príncipe de Asturias de Torremolinos.
Damas
y caballeros, muchos de vosotros, compañeros míos, profesores
universitarios, familiares y amigos, hoy nos graduamos.
Éste
es el acto en el que celebramos la obtención de nuestra licenciatura
de Economía, aunque algunos deberemos esperar un poco más para
obtenerla.
Con
el título universitario, vienen grandes responsabilidades en
beneficio de una sociedad que sufre una de las más duras crisis
económicas de la historia de España. Nuestro deber será dar
soluciones concretas a problemas y tener la iniciativa para crear riqueza y
prosperidad allá por donde pasemos. Y dada nuestra capacidad de
análisis, nosotros deberemos saber aconsejar para evitar males y
favorecer la producción de bienes.
Hace
cuatro o cinco meses, Jacobo
Bentata
me dijo que la carrera de Económicas es “una semilla”
y ahora nos toca cuidarla para que brote y dé fruto. Lo que me hizo
pensar que tras cuatro años de estudios es conveniente hablar con
prudencia y humildad a la hora de exponer nuestras ideas económicas.
Y también me hizo pensar en que tendremos que hacer grandes
esfuerzos para actualizar nuestros conocimientos.
Recuerdo
que en primero de carrera estudiamos la etimología de economía, es
decir, el origen de la palabra economía. Y buscando en internet
encontré que economía viene de las palabras griegas “oikos”,
que significa hogar
y “nemein”, administración.
Dicho de otro modo, la economía es el arte de administrar
el hogar.
La
palabra es en sí una lección académica y es una vacuna
contra los excesos generalizadores en los que puede caer la
macroeconomía. La palabra es en sí un escudo
contra etiquetas, prejuicios ideológicos y la charlatanería, porque
al final del día las cosas tienen que estar hechas para que el hogar
funcione y donde la familia ha de vivir con dignidad.
En
un hogar, se conjuga la sencillez de los hechos y la complejidad de
las relaciones humanas. En un hogar, no valen grandes discursos ni
sesudas reflexiones, sino las obras y los proyectos realistas
construidos poco a poco. Tampoco valen los insultos ni las
indirectas, sino la sencillez y la sinceridad cuando se conversa. No
vale el glamour de pasarela en cada acción, sino el orden en
nuestras propiedades y en nuestras acciones. En el hogar es
inadmisible la temeridad, pues lo que prevalece es la prudencia y el
amor a la hora tratar a los que nos rodean. En nuestros hogares como
en la economía, vemos que lo importante es el “capital humano”,
es decir las habilidades forjadas con el tiempo, y que las posesiones
son instrumentos que en sí mismos carecen de valor.
En
nuestras casas, aprendemos el valor del compromiso, la capacidad de
sufrimiento de una persona, la responsabilidad, los sentimientos, las
debilidades y grandezas humanas y la importancia de las decisiones.
Como
diría Socorro
Puy Segura,
tendremos que decidir entre “cocos y peces”. Es el coste de
oportunidad. Y, en este sentido, es genuinamente humano interesarse
por las cosas, es decir, elegir entre varias opciones y comprometerse
con una, nada que ver con un capricho. Tanto las relaciones humanas
sólidas como una economía sostenible, no dependen de un impulso ni
de una ocurrencia sino de un compromiso firme y reflexionado.
A
nosotros nos tocará decirle a la gente que la economía va mal, como
cuando un padre le tiene que decir a su hijo “eso está mal”, y
nos tocará explicarlo con paciencia.
Y
a nosotros nos tocará decir cómo es posible trabajar adecuadamente
y dónde están los recursos necesarios, como hacen las madres cuando
nos dicen dónde están las llaves o las gafas que hemos perdido.
Se
dice que los políticos tienen la habilidad de tender puentes entre
las personas, pero son los economistas los que dicen cuántos y qué
puentes podemos permitirnos construir, después de haber optimizado
los recursos.
Jeffrey
Sachs
fue preguntado por su motivación como economista a lo que respondió “tikkun
olam”,
el imperativo judío de “sanar un mundo roto”.
Espero
que Dios nos ayude en nuestra tarea profesional.
Gracias
por su atención.
No comments:
Post a Comment