Sunday, July 15, 2012

Amor, humildad, paciencia y prudencia


Mi discurso, pronunciado con leves modificaciones en la tarde del 14 de julio de 2012 con motivo del acto de graduación de los licenciados en Economía (LE), los de Administración y Dirección de Empresas (LADE) y los de LADE-LE, en el auditorio Príncipe de Asturias de Torremolinos.

Damas y caballeros, muchos de vosotros, compañeros míos, profesores universitarios, familiares y amigos, hoy nos graduamos.

Éste es el acto en el que celebramos la obtención de nuestra licenciatura de Economía, aunque algunos deberemos esperar un poco más para obtenerla.

Con el título universitario, vienen grandes responsabilidades en beneficio de una sociedad que sufre una de las más duras crisis económicas de la historia de España. Nuestro deber será dar soluciones concretas a problemas y tener la iniciativa para crear riqueza y prosperidad allá por donde pasemos. Y dada nuestra capacidad de análisis, nosotros deberemos saber aconsejar para evitar males y favorecer la producción de bienes.

Hace cuatro o cinco meses, Jacobo Bentata me dijo que la carrera de Económicas es “una semilla” y ahora nos toca cuidarla para que brote y dé fruto. Lo que me hizo pensar que tras cuatro años de estudios es conveniente hablar con prudencia y humildad a la hora de exponer nuestras ideas económicas. Y también me hizo pensar en que tendremos que hacer grandes esfuerzos para actualizar nuestros conocimientos.

Recuerdo que en primero de carrera estudiamos la etimología de economía, es decir, el origen de la palabra economía. Y buscando en internet encontré que economía viene de las palabras griegas “oikos”, que significa hogar y “nemein”, administración. Dicho de otro modo, la economía es el arte de administrar el hogar.

La palabra es en sí una lección académica y es una vacuna contra los excesos generalizadores en los que puede caer la macroeconomía. La palabra es en sí un escudo contra etiquetas, prejuicios ideológicos y la charlatanería, porque al final del día las cosas tienen que estar hechas para que el hogar funcione y donde la familia ha de vivir con dignidad.

En un hogar, se conjuga la sencillez de los hechos y la complejidad de las relaciones humanas. En un hogar, no valen grandes discursos ni sesudas reflexiones, sino las obras y los proyectos realistas construidos poco a poco. Tampoco valen los insultos ni las indirectas, sino la sencillez y la sinceridad cuando se conversa. No vale el glamour de pasarela en cada acción, sino el orden en nuestras propiedades y en nuestras acciones. En el hogar es inadmisible la temeridad, pues lo que prevalece es la prudencia y el amor a la hora tratar a los que nos rodean. En nuestros hogares como en la economía, vemos que lo importante es el “capital humano”, es decir las habilidades forjadas con el tiempo, y que las posesiones son instrumentos que en sí mismos carecen de valor.

En nuestras casas, aprendemos el valor del compromiso, la capacidad de sufrimiento de una persona, la responsabilidad, los sentimientos, las debilidades y grandezas humanas y la importancia de las decisiones.

Como diría Socorro Puy Segura, tendremos que decidir entre “cocos y peces”. Es el coste de oportunidad. Y, en este sentido, es genuinamente humano interesarse por las cosas, es decir, elegir entre varias opciones y comprometerse con una, nada que ver con un capricho. Tanto las relaciones humanas sólidas como una economía sostenible, no dependen de un impulso ni de una ocurrencia sino de un compromiso firme y reflexionado.

A nosotros nos tocará decirle a la gente que la economía va mal, como cuando un padre le tiene que decir a su hijo “eso está mal”, y nos tocará explicarlo con paciencia.

Y a nosotros nos tocará decir cómo es posible trabajar adecuadamente y dónde están los recursos necesarios, como hacen las madres cuando nos dicen dónde están las llaves o las gafas que hemos perdido.

Se dice que los políticos tienen la habilidad de tender puentes entre las personas, pero son los economistas los que dicen cuántos y qué puentes podemos permitirnos construir, después de haber optimizado los recursos.

Jeffrey Sachs fue preguntado por su motivación como economista a lo que respondió “tikkun olam”, el imperativo judío de “sanar un mundo roto”.

Espero que Dios nos ayude en nuestra tarea profesional.

Gracias por su atención.