Se confirma lo que el IPCA (Indice de Precios al Consumo Armonizado) dijo hace poco. En junio, el INE (Instituto Nacional de Estadística) registró una inflación negativa o deflación, es decir, un descenso del 1% de los precios de nuestra cesta de la compra.
No se puede esperar menos porque nuestro país ha caido en el abismo del paro y quien tiene un euro no lo gasta con dos ideas en mente: no se gasta si no es absolutamente necesario, no se gasta esperando una caida mayor de precios.
¿Qué efecto tiene esto en las empresas?
Las empresas tienen las siguientes opciones:
Reducir sus márgenes de beneficio.
Reducir los salarios de sus empleados.
Reducir sus plantillas de empleados.
Cerrar la empresa para reabrirla en mejores momentos.
Arriesgarse a ir a un concurso de acreedores.
Declararse en quiebra.
Las tres primeras opciones no son excluyentes, es decir, se pueden dar al mismo tiempo. Cada persona que se despide tiene como consecuencia una bajada del consumo.
Al mismo tiempo que aumentan algunos impuestos (los de las gasolinas y el tabaco), aumenta el precio de la gasolina. Esto está reduciendo el margen de maniobra de muchas empresas, porque tienen que hacer frente a tres grandes problemas, aumento de costes, aumento de la presión fiscal y bajada del consumo (hay menos dinero en circulación).
La gran ventaja de esta bajada de precios es que se está convirtiendo en un placer comprar patatas, algunos productos lácteos y automóviles (cada día que pasa están más baratos). Por esto me temo que los agricultores, los ganaderos y los fabricantes de coches se estarán tirando de los pelos.
Como no todo son malas noticias, ahí va un "brote verde" de los buenos: "El deficit comercial de los EE.UU. es tan bajo como noviembre de 1999"
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